27 May Adelántate ya a una insolvencia
La insolvencia es más que un resultado contable, es una situación jurídica declarada a la que debe recurrir una empresa que se encuentra imposibilitada de pagar a sus acreedores. Entendemos por acreedores todas aquellas entidades con las que la empresa registra una obligación de deuda: proveedores, banca, institución fiscal, etc.
Para empezar a llamar las cosas por su nombre, una insolvencia puede ser en el fondo una situación de bancarrota. La diferencia se encuentra en que hoy en día contamos con mecanismos jurídicos para evitarla, siempre que la capacidad de la empresa lo permita.
En el momento en que la empresa empieza a ser incapaz de pagar las facturas es el momento de encender las señales de alarma, parar y analizar su situación contable. Es imperativo entender con claridad lo que está ocurriendo.
El objetivo no es otro que evitar las reacciones desesperadas como la contratación arriesgada de nuevo endeudamiento sin analizar las posibilidades de pago. O incluso peor, incurrir en la falta de reacción adecuada en momentos en que aún es posible salvar la empresa.
¿Qué es la insolvencia?
Como decíamos al principio la insolvencia es, en esencia, la incapacidad de solventar los pagos exigibles fruto de la actividad económica de la empresa. Pero, además, la insolvencia es un recurso que se tiene para echar mano de los instrumentos de que dispone la ley para estos casos. Con estos mecanismos podemos organizar dichos pagos cuando, no hacerlos, puede conducir a la liquidación de la empresa.
La declaración de insolvencia puede hacer necesario el concurso de acreedores que es un mecanismo que permite liquidar de forma organizada los pagos pendientes y que la empresa no está en condiciones de atender. Este es un procedimiento en el que un Administrador Concursal analiza, siempre según la ley, si los mismos son fruto de una situación externa al funcionamiento de la empresa. O si, por el contrario, es fruto de una actuación negligente.
Esta situación nos da una idea de, hasta qué punto, es importante reaccionar a conciencia a las primeras señales que observamos.
Grados de insolvencia
Cuando una empresa se empieza a ver en dificultades para pagar debe ser capaz de reaccionar ante las evidencias. Dicha insolvencia tiene digamos, dos estadios:
- 1.Insolvencia inminente, en la que se empiezan a ver las dificultades de liquidez y la tesorería de la empresa cuando no es capaz de solventar las obligaciones dinerarias.
- 2. Insolvencia declarada, es cuando la situación llega al extremo de poner a la empresa al borde la bancarrota, y se encuentra obligada por la ley a acudir al concurso de acreedores.
Por otro lado, la insolvencia puede presentarse en:
- 1. Empresas, casos en los que tiene que acogerse a la Ley Concursal.
- 2. De profesionales o autónomos, en cuyo caso está el recurso a la Ley de Segunda Oportunidad para poder renegociar y cancelar las deudas.
En estos casos se requiere la declaración del estado de insolvencia como paso previo para recurrir a los mecanismos de recuperación que contempla la ley.
Solvencia Inminente
Ante las primeras señales de dificultad en el cumplimiento de las deudas, es fundamental una reacción que puede evitar llegar al concurso de acreedores. Estamos hablando de la reestructuración de la empresa.
Una reestructuración es un mecanismo que, en realidad, debe formar parte del proceso constante de revisión de nuestro modelo de negocio. La vida de una empresa o emprendimiento no suele ser el cumplimiento lineal de los objetivos plasmados en un Plan de Negocios o de Viabilidad, sino que se encuentra con numerosos cambios en el mercado e incluso en el propio funcionamiento interno de una organización.
Esto hace que los resultados no siempre apunten a los objetivos estratégicos trazados inicialmente. Estos deban ser sometidos constantemente a revisión. En estos casos, hace falta recurrir a una reestructuración de los procedimientos y quizás, haga falta incluso ajustar el propio modelo de negocio.
Otras veces el core business de la empresa funciona bien, y los problemas vienen derivados de una incapacidad puntual para hacer frente a los pagos pendientes. En estos casos podemos recurrir a una reestructuración financiera. Esta es una solución idónea para revisar toda la complejidad de los pagos, renegociarlos y ponerles un orden.
También es posible ajustar los plazos de pagos a la capacidad financiera de la que dispone de la empresa, en un momento específico.
¿Cómo medir la insolvencia a tiempo?
Lo primero es atender a las señales más claras de alarma:
- Detección de problemas de liquidez y tesorería.
- Previsión de menos ingresos.
- Dificultad para cumplir los compromisos económicos o de servicios/productos.
- Caos en el pago de las obligaciones.
- Situación de crisis interna por mal funcionamiento.
- Necesidades elevadas de apalancamiento financiero.
- Rentabilidad en descenso a límites de riesgo para la estabilidad de la empresa.
Los mecanismos que nos ofrece el análisis económico financiero, el cálculo del punto de equilibrio o el balance contable son métricas que deben estar activa en situaciones complejas. Curiosamente, estas métricas deben estar activas en situaciones de dificultad y también en situaciones de máximo crecimiento.
Con frecuencia, el furor creado en procesos de crecimiento descontrolados puede situar a la empresa en situaciones de impago totalmente desprevenidas.
La insolvencia en España 2021
La situación atípica creada por la pandemia en España, es otra situación que debe ponernos especialmente alertas respecto a señales que pueden quedar solapadas por las medidas de protección a las empresas. Muchas organizaciones que ya venían arrastrando una situación de insolvencia o que se encuentran de hecho insolventes por los efectos devastadores de la parálisis económica, están ocultas bajo las medidas de aplazamientos de una herramienta fundamental como son los concursos de acreedores.
No debemos olvidar que cada empresa es una unidad de producción que merece seguir funcionando, por la enorme red de relaciones económicas que genera y que determinan la riqueza productiva del país. Las leyes empresariales y para autónomos están dirigidas a mantenerles funcionando y son soluciones, no desgracias si se aplican bien.
Si se detecta a tiempo, una reestructuración de la empresa puede evitar llegar a este extremo.